Siempre había soñado con visitar Florencia, pero durante los preparativos de mi viaje emergió de entre multitud de información relativa a la Toscana el fantasma de un lugar misterioso, sacado de las Mil y una noches, mi marido tiene la habilidad de encontrar cuanto hueco hay al pie del árbol de Alicia.
Rastrearlo es fácil , pero visitarlo … visitarlo es otra historia.

Sammezzano está separado del mundo real por una gran arboleda, un parque histórico de 65 hectáreas escoltado por un ejército de altas encinas, que guarda en su interior especies botánicas exóticas que fueron plantadas con la intención de que el visitante se fuera introduciendo en una realidad diferente, en un mundo distinto al del exterior de modo paulatino; sus secuoyas de 150 años vigilan el lugar y de entre ellas la “Sequoia gemella” que con sus más de 50 metros de alto, y con una circunferencia de 8’4 metros, pertenece al selecto club de los árboles monumentales de Italia, y al reducido círculo europeo de los “150 árboles de excepcional valor ambiental o monumental”.

El sendero que nos conduce a Sammezano es una galería forestal que filtra la luz del sol y crea el ambiente necesario para entrar en el sueño de Ferdinando Panciatichi Ximenes d’Aragona.
No se puede entender esta explosión orientalista en medio de la Toscana sin el amor por la cultura y la dedicación de este hombre de origen español que empeñó su tiempo y su dinero en construir el ejemplo de arquitectura orientalista de toda Italia; es cierto que siendo Italia un lugar plagado de obras de arte arquitectónicas este castillo podría ser una más, pero no lo es.
¿Por qué no es conocido y visitado Sammezzano como otros lugares de Italia?
Cuando lo visitas no puedes más que sorprenderte de lo “oculto” que está este lugar de los ojos del turismo y como este lugar te lleva a fabular, yo tuve la sensación de que no es conocido debido a una serie de circunstancias, a saber:
1º Está demasiado cerca de Florencia, en 20 minutos te pones en Leccio di Reggello, y los florentinos no creo que consintieran una competencia tan importante.
2º Visitar la Toscana es una borrachera de paisajes, llega un momento en que te saturas y dejas de mirar para ver simplemente.
3º La dificultad para visitarlo, aunque esto no sé si es un obstáculo o sirve para implementar la leyenda.
4º Y por último es una propiedad privada de costoso mantenimiento, que necesita restauración y cuidados.
¿Pero quién diantres era este Ferdinando?
Pues este señor era un noble florentino nacido en 1813 que bien podría haber sido en “ideólogo” de la afamada Alianza de Civilizaciones de Zapatero; su visión integradora de la cultura como nexo de unión entre las civilización y su gusto por el mestizaje artístico.
Anticlericalista y liberal (no en el sentido actual y español del término) era una “rara avis” en aquellos principios del siglo XIX; en su faceta política , su integridad le hizo dimitir de su cargo al incumplir , el Partido al que pertenecía, su compromiso con los electores.
Ferdinando construyó el castillo a su imagen y semejanza, en sus paredes se encuentran muchas de sus ideas, opiniones, e incluso el juramento de los nobles de Aragón al Rey, representadas de una u otra manera, podemos leer, por ejemplo, en el pasillo de las estalactitas, la frase en latín inscrita en 1870: ”Me avergüenza decirlo, pero es verdad, Italia está en manos de ladrones, coleccionistas, meretrices y estafadores que la controlan y la devoran. Pero no es esto de lo que me duele, sino del hecho de que nos lo merecíamos”.

Sus opiniones políticas no le granjearon grandes amistades entre los de su clase, de hecho de haber pertenecido a una familia menor y no ser poseedor de una fortuna considerable seguramente su vida hubiera sido más corta.
Ferdinando era un hombre apasionado en todo lo que hacía, filántropo y mecenas, volcó sus conocimientos artísticos, arquitectónicos y de botánica en construir todo un universo en un lugar, que aun estando a la vista de todo el mundo, no se muestra más que al ojo atento.
Anatomía de Sammezzano
Cada Sala, cada pasillo de Sammezzano esconde el color y la textura de oriente: la ornamentación del Islam y de países como China o India visten cada pared, cada balaustrada, cada escalera del Castillo: la sala blanca, la sala del pavo real, la de las estalactitas…

La timidez de su fachada contrasta con la extroversión interior, podríamos decir que su vida interior es tremendamente rica y su fachada la verja que protege su virtud.

La historia del lugar se remonta a la época romana ; en su “Storia di Firenze” (Historia de Florencia), el historiador Robert Davidsohn cuenta que allá por el año 780, el mismísimo Carlo Magno al volver de Roma, podría haber pasado por este lugar.

Sus dueños históricamente siempre han pertenecido a familias de abolengo, en particular a los Altoviti y posteriormente pasó a manos de Giovanni Jacopo di Medici quien a su vez la vendió a Sebastiano Ximenes.

En un inventario de 1818 realizado por el ingeniero Giuseppe Faldi, antes de las modificaciones realizadas por Ferdinando Panciatichi Ximenes d’ Aragona, aparece como una estructura de volumetría robusta, con un bastión y una escalinata de entrada que se encontraba en la parte opuesta a la actual escalera de acceso. La modificación de la estructura primigenia del castillo y la construcción de nuevas salas fueron realizadas por Panciatichi paulatinamente: la Sala del Recibidor en 1853, nueve años después el pasillo de las Estalactitas, la Sala de Baile en 186, para finalizar la reforma con la torre central en 1889, ocho años antes de la muerte de Ferdinando.

¿Y ahora qué?
El castillo, su parque y sus jardines fueron declarados de interés histórico en 1925 y cincuenta años después fueron transformados en un hotel que funcionó hasta 1990. A finales de los años noventa, la propiedad fue adquirida por una sociedad italo-británica que pretendía realizar un proyecto de enormes dimensiones y que fue, debido a la crisis, finalmente desechado, dejando como resto un esqueleto de cemento inconcluso, que destaca en medio de los árboles del parque.

La soñada recuperación
Sammezzano es una bella durmiente que ha tenido la suerte de tener una escolta de príncipes y princesas que guardan su sueño (Massimo Sottani, Simonetta Alberti, Ester Bulli, Angelo Arnetoli, Gianni Simonti), ellos no son los propietarios, pero son sus verdaderos protectores, y para ello han creado un comité el llamado: “Comitato FPXA 1813-2013” y de modo voluntario tratan de poner en valor y cuidar el lugar con la autorización de los propietarios que permiten, de vez en cuando, una visita guiada. El comité, que se encarga también de las contadas visitas que se realizan al año, no tiene ánimo de lucro y solo quiere que Sammezzano respire de nuevo el esplendor de tiempos pasados.

Massimo Sottani en una visita a Sammezzano
Entre tanto, Sammezzano observa, ignorado, a lo lejos el turismo de dinero que llega a su territorio pero para visitar la outlet de marcar hipercaras.
Tendré que volver a Sammezzano, me lo pide el cuerpo, y espero que cuando lo haga esa enorme propiedad pertenezca ya al Estado Italiano y que lo proteja como lo que es: el mayor y mejor ejemplo del Orientalismo europeo del siglo XIX.

Las visitas a Sammezzano son cumunicadas a través de la página http://www.sammezzano.org/prossimo-evento.html
y en su perfil de FB
https://www.facebook.com/SammezzanoComitatoFpxa18132013?fref=ts